Café de lujo para el mundo
Todos los días la mamá de Juan Pablo se toma una taza de café cultivado en la Hacienda San Alberto, ubicada en Buenavista, Quindío. Al mismo tiempo, alzan la taza en Corea del Sur, Suecia, Dinamarca, Bélgica y Australia, países a donde se exporta el café premium que produce la finca.
Esta historia de éxito comenzó trágicamente. En 1972, uno de los tíos de Juan Pablo murió en un accidente aéreo de Armenia a Bogotá. Por este hecho, la familia recibió una indemnización de la aerolínea y con ese dinero su abuelo materno compró una finca, que en honor a su hijo llamó San Alberto.
{Cuarenta menores de cuarenta}
"Creamos una nueva categoría del café: tenemos una pequeña joya de arte en una bolsa".
“En 1996, mis padres decidieron comprar la finca a mis tíos. Ese año inició la reingeniería y transformación de la hacienda, sin tener en mente que a futuro sería la base de nuestro emprendimiento. Diez años después se convirtió en un ejemplo de tecnificación (al revivir el uso de cafeteras manuales) y producción en la región”, cuenta.
De su madre, nacida en Armenia, Juan Pablo legó la cultura cafetera y el vínculo con la tierra, y de su padre, oriundo de Nariño, la visión en los negocios. Por eso, en 2007, decidió fundar junto con su hermano la marca Café San Alberto, que ha recibido distinciones por su calidad en Francia, Bélgica y Rusia.
“Nuestro objetivo es transmitir lujo, sofisticación y exclusividad en una taza de café. Faltaba una propuesta así en el mercado. Gracias a eso, y a nuestra mentalidad terca, somos una nueva categoría de café: tenemos una pequeña joya de arte en una bolsa”.